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Si el primer pacto hubiera sido perfecto, no habría sido necesario un segundo pacto.

Pero Dios, al reprocharles sus defectos, dice:

«Vienen días (dice el Señor)
en que estableceré un nuevo pacto
con la casa de Israel y la casa de Judá.
Ese pacto no será semejante
al que hice con sus antepasados
el día en que los tomé de la mano
para sacarlos de la tierra de Egipto,
pues ellos no fueron fieles a mi pacto,
y por eso los abandoné (dice el Señor).

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